Soy una mujer delgada, pequeña y de piel canela, fiel reflejo de la Mati y José que me trajeron a este mundo. Tengo tres hijos, cuatro nietos y un clan de amigos y amigas que me acompañan en esta vida. Junto al gato Pascual, mi clan es el que me da las energías para caminar el camino de mi vida con sus luces y sombras.

Dios me regaló la oportunidad de convertirme en psicóloga clínica de la Pontificia Universidad Católica de Chile y me entregó el don de hablar el lenguaje de las constelaciones familiares y el trauma. Esto me permite canalizar su amor divino y acompañar a otros en su camino de sanación.

A través de las Constelaciones Familiares nos internamos en el bosque de los ancestros para reconciliarnos y aceptar quiénes somos y de dónde venimos. Nuestros conflictos actuales se encierran en un ADN infinito, que hace sufrir a generaciones completas y repetir errores una y otra vez. Lo único que podemos hacer es embarcarnos en un viaje de sanación y llenar de amor a nuestros ancestros, permitiendo a los espíritus sanarse y respirar en una paz que se transmite a nuestras vidas.

Junto a esto, a través de la Experiencia Somática forjamos una conexión con nuestro cuerpo que, si no se trabaja, guardará el dolor traumático por décadas. En el camino de la sanación, tenemos que aprender a dejar al cuerpo auto-regularse y descargar esas memorias emocionales traumáticas, sin necesidad de revivir mentalmente la experiencia. Esto es, dejarse llevar y llorar, reír, toser, moviendo los ojos, estirándose, entre muchas otras cosas.

Espero seguir acompañando a personas que necesitan sanarse a sí mismas, conectándolas con lo más grande. Para eso, a través de distintos caminos, ayudo a aliviar los pesos que podemos arrastrar durante la vida.

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